Larga es la lista de asesinos en serie a lo largo de la historia, pero ya de por sí esos hechos son condenables y carecen de justificación alguna, el asesinato de unos hijos a manos de su propia madre lo es aún más.

Francisca Ballesteros, valenciana residente en Melilla, fue condenada en septiembre de 2005 a 84 años de cárcel por el asesinato de su marido Antonio González y dos de sus hijas Sandra y Florinda de 15 años y 6 meses respectivamente. Afortunadamente su tercer hijo Antonio de 12 años, logró salvar la vida milagrosamente.

Condenada a 84 años de prisión la "envenenadora de Melilla"  (Imagen: EFE)

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Francisca Ballesteros o Paqui como la llamaban, se refugiaba en internet para olvidar según ella los maltratos físicos y psicológicos a los que la sometía su marido alcohólico. Antonio funcionario de profesión tenía entonces 42 años y llevaba casado con Paqui 17 años.A través de la red llegó a mantener relaciones con tres hombres distintos, pero sería con Cesáreo A. P. con quien quedaría en Tenerife para estrechar relaciones. Apodada la fogosa, se ganó a pulso el mote durante su estancia en Tenerife junto a Cesáreo, sería allí durante este viaje cuando éste le propondría matrimonio, Paqui acepto de inmediato no sin antes decirle que antes debía de volver a Melilla para vender una propiedad.

Resuelta a conseguir de nuevo la soltería, aterrizó en Melilla para llevar a cabo su diabólico plan. Aprovechando el alcoholismo de su marido, proporcionó a éste «Colme» medicamento indicado para dejar el alcohol compuesto de cianamida cálcica, hasta que acabó con su vida. En un principio su muerte se achacó a un infarto de miocardio, no sería hasta más tarde con la muerte de Sandra y los análisis que la realizaron, que supieron que Antonio también había sido envenenado. Al mismo tiempo, comenzó a suministrar el mismo medicamento a Sandra y Antonio, según ella para que no sufrieran por la pérdida de su padre.

Los investigadores habían encontrado restos del medicamento en el cadáver de Sandra porque éste no se elimina hasta después de las 12 horas de la última ingesta. También encontraron «Colme» en una de las botellas de agua que Sandra tenía en su mesilla de noche. El 4 de junio de 2004 fallecía Sandra de 15 años de edad con síntomas de intoxicación. Su hermano Antonio de 12, ingresaba con los mismos síntomas pero logró salvarse.

Durante el jucio se demostró que Francisca Ballesteros no padecía trastornos psicóticos y que estaba en pleno uso de sus facultades mentales. Cuando se la interrogó acerca de los maltratos de su marido, Francisca se contradijo en las declaraciones por lo que se puso en duda dichas acusaciones.

El envenenamiento es una sofisticada forma de matar más utilizada por las mujeres. Se calcula que sólo un cinco por ciento de los asesinatos se cometen con veneno, pero seguramente es el responsable de muchos más crímenes que pasan por muerte natural.

Por otro lado, la administración de pequeñas cantidades de veneno suele hacer que la víctima enferme poco a poco y que finalmente su médico certifique que ha fallecido por alguna enfermedad como insuficiencia hepática, ataque al corazón, etc.

Francisca Ballesteros el día de su boda con Antonio.

Tenía tres obstáculos para dejar Melilla: su marido y sus dos hijos. Pero ya se había puesto manos a la obra para que su macabra fantasía de librarse de su familia se hiciera realidad. No era la primera vez que usaba el Colme como veneno. Lo había hecho ya una vez, muchos años antes, después de dar a luz a su hija Flori. La pequeña nació enferma. Tenía ataques epilépticos. Paqui dio gotitas de Colme al bebé hasta matarlo, con tan solo cuatro meses, el 4 de agosto de 1990. «Yo tenía 20 años y no sabía cómo cuidarla», intentó explicar después la envenenadora a la policía. «Tenía miedo de no poder hacerme cargo de ella».

El trato que dispensó a sus hijos antes de morir fue inhumano. A la hija mayor la encontraron los médicos de la ambulancia en un sofá, entre restos de heces y de orín, con manchas de menstruación resecas y secreciones y hongos en la boca. No podía hablar. Sufrió una larga agonía antes de morir. El hijo sobrevivió de milagro. Tras la denuncia de Juan, lo ingresaron en el hospital y no dejaron a su madre que se acercara a él. Logró salir adelante, pero tardó 259 días en recuperarse del todo. Llevaba meses ingiriendo veneno.

El chico tiene ya 18 años. Después de que condenaran a su madre a 84 años de cárcel por asesinar a su padre y a su hermana, y por intentar hacer lo mismo con él, se fue a vivir con uno de sus tíos paternos. Ahora vive solo, en la misma casa en la que su madre los envenenó a todos, una vivienda de clase media en un edificio marrón y beis de tres plantas. Es el presidente de la comunidad de propietarios. Los vecinos dicen que el chaval parece estar bien para lo que ha pasado. Está pensando en entrar en el Ejército.

«Paqui era una mujer rara que iba muy desarreglada, pero a los hijos los llevaba siempre muy limpios y bien vestidos», recuerda alguien cercano a la familia. «Los llevaba a todas partes y les compraba de todo. Siempre estaba pendiente de ellos. Cuando todo salió a la luz, no entendimos nada». Cuando la policía llamó por teléfono al amante de Paqui para contarle lo ocurrido y recabar información, el hombre reaccionó con una especie de horror y alivio. «Madre mía, yo podría haber sido el próximo», dijo a los investigadores. Les explicó que, a veces, cuando hablaba con Paqui oía de fondo a unos niños. Ella le decía que eran sus sobrinos.

El padre de Paqui había muerto años atrás en extrañas circunstancias. Se cayó en una bañera. La policía de Melilla sospechó que quizá también lo había envenenado, pero este presentimiento nunca se confirmó. Lo único que ella reconoció fue que conocía el Colme porque su madre y ella se lo habían dado a escondidas a su padre alcohólico para que dejara la bebida. Él fue el primero de la familia de Paqui Ballesteros en tomar, sin saberlo, el líquido mortal.

 

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