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Los ecos de las espadas que empuñó y las juergas que se corrió Errol Flynn, el gran dandi seductor de la época dorada de Hollywood, tan atractivo como mujeriego, aún resuenan en la meca del cine.

No dejó un cadáver bonito. De hecho, el forense que le practicó la autopsia se sorprendió de que hubiese alcanzado los 50 años -edad a la que murió- al comprobar el estado de sus órganos, prácticamente aniquilados por su adicción al opio, el abuso del tabaco y los efectos del alcohol.

Hacia el final de su carrera, se dice que a Flynn, que murió en octubre de 1959, le costaba horrores recordar una sola línea de diálogo en sus películas, a pesar de ofrecer grandes creaciones, como la del Mike Campbell de «Fiesta» (1957) o el John Barrymore de «Too Much, Too Soon» (1958), casualmente dos grandes bebedores.

Pero antes de llegar a ese final fue representante durante años del esplendor en la hierba, aderezado con todo tipo de escándalos sexuales y titánicas borracheras. Un vividor de cine». Nacido el 20 de junio de 1909 en Hobart, una localidad de Tasmania (Australia), hijo de un biólogo y una mujer de la alta sociedad, tras ser expulsado de todos los colegios a los que asistió decidió buscarse la vida como boxeador aficionado, buscador de oro, marino mercante e incluso, dicen, castrador de ovejas.

En 1941, Errol Flynn, compró 11,5 acres en las lomas de Mulholland Drive y fabricó la casa de sus sueños, una mansión de dos pisos con un bar espectacular y una piscina redonda de fondo negro, ideal para las fiestas que acostumbraba dar. Allí, él y sus invitados vivieron la dolce vita hasta 1959, en que Errol tuvo que cederle la casa a su primera esposa para cubrir las pensiones atrasadas.

 

En 1977, después de 18 años y otro dueño, el ídolo de la música rock, Ricky Nelson, adquirió la propiedad para él, su esposa y sus cuatro hijos.

Pero se sentía, algo inquietante en el ambiente, y las compañeras de colegio de su hija mayor, Tracy, no querían dormir allí después de las fiestas de pijamas, porque “había una presencia que les inspiraba miedo”, decían ellas.

Ricky y su esposa empezaron a tener problemas con su matrimonio, sus carreras y las drogas. A principios de los 80, Christy se fue con los tres hijos varones y Tracy se quedó con su padre.

—Una noche—, recuerda Tracy, —llegué del trabajo, todo estaba muy oscuro, pero miré hacia el comedor y vi que la luz estaba encendida. Había un hombre parado allí, y pensé que mi papá había llegado de uno de sus viajes. Tracy lo llamó, pero no hubo respuesta, y cuando entró no había nadie. Entonces, sonó el teléfono y era su padre avisándole que no lo esperara hasta el día siguiente. Tracy le contó enseguida lo que acababa de ver y Ricky replicó con la mayor naturalidad: —Ese debe ser Errol—.

 

Al día siguiente, la joven llegó antes del anochecer y subió directo a su cuarto. Todo parecía tranquilo, pero a los pocos minutos sintió un ruido que venía del piso de abajo, como si alguien entrara bruscamente, y luego, como si estuvieran rompiendo sillas y cristales, y estrellando contra la pared los discos de oro que había ganado su padre. —Estaba espantada. Me escondí en el clóset para esperar a que cesara—. Tracy bajó más tarde, y no había rastro de discos, cristales ni muebles rotos, pero sí algo —anormal—: las luces de la casa se habían encendido misteriosamente… Y Tracy se mudó.

Una noche, Ricky y su novia la llamaron a su apartamento para contarle que habían sentido el mismo fenómeno que ella. Ricky Nelson vivió en la casa de Mulholland dos años más, hasta su muerte en un accidente de aviación. Tracy sigue creyendo que estos incidentes fueron una advertencia sobre la tragedia que le esperaba a su padre… Ricky murió a los 46 años, a destiempo, igual que Errol Flynn.

Con su muerte, la casa quedó vacía y oscura. Una noche, una pandilla entró y asesinó a una niña en la sala y un fuego misterioso quemó la mitad de la casa. Las ruinas fueron derribadas… y los 11,5 acres de Errol se vendieron por lotes.

Otro lugar en donde numerosos testimonios han dicho haber visto al carismático actor es en su goleta Zaca, Errol Flynn la compró en 1945.

Zaca, goleta de Errol Flynn

Tras el fallecimiento de Errol Flynn en 1959, el mantenimiento de la goleta Zaca, era demasiado costoso para que Patrice Wymore, última esposa de Errol la mantuviera, por lo que comenzó a deteriorarse y se le confió al playboy millonario inglés Freddie Tinsley, quien finalmente la dejó en un astillero de Villefranche, en donde  acumulo tarifas de almacenamiento más allá de su valor. En algún momento, fue reclamada por falta de pago de la renta y continuó sentándose y pudriéndose aún más.

La gente de Villefranche afirmó que a veces se veía a Flynn paseando por la cubierta del Zaca, siendo considerado un «barco fantasma» por la noche, debido a los sonidos de risas y tintineos de vasos que fueron escuchados por la gente en la ciudad.

Tan es así que se realizó un exorcismo anglicano-católico en 1979. A partir de ese momento nunca más se volvieron a escuchar los sonidos de las divertidas fiestas de Errol Flynn en el barco.

©labitacoradelmiedo.wordpress.com

Fuentes consultadas:

Fuente (texto original): Revista Vanidades – Año 48 – Número 7 – pag 66-69 -Venezuela – 2009

https://www.abc.es

http://thescuttlefish.com

Fotografías de internet

Entre todas las leyendas de Granada, hay una donde se relata que un fantasma, el espíritu de un desaparecido, sigue visitando esta ciudad y más concretamente su Alhambra, porque si hay una persona relacionada con ella esa es Washington Irving. El escritor estadounidense. La misma cuenta que Washington Irving, cuando llegó a Granada en 1829, comenzó a enamorarse sin reparos de la ciudad. Algo que con el tiempo quedó más que demostrado con varios libros que escribió sobre la misma, entre ellos su famoso «Cuentos de la Alhambra» de 1832.
Sin embargo, durante su estancia en Granada, Irving se alojó en un edificio que aún hoy sigue en pie. Se trata del actual hotel Washington Irving, que fue levantado en 1802 y que se encuentra en pleno Paseo del Generalife, a solo unos metros de la propia Alhambra.
Este hotel encierra, un secreto que durante muchos años mantuvo en vilo a quienes se hospedaron en él. Cuentan que tras la muerte del escritor en 1859, algunas de las personas que lo trataron aseguran que le veían pasear por los pasillos del hotel e incluso en la habitación que solía ocupar.
Un relato que muchos repitieron después e hizo que la leyenda se haya mantenido viva hasta hoy. Especialmente cuando el hotel cerró sus puertas en enero de 1999, dejando el edificio en un estado de abandono que hacía de él un lugar mágico en el que había quienes seguían viendo al afamado escritor estadounidense.
Cuentan que Washington Irving, era un hombre ingenioso y divertido al que le gustaba gastar bromas a sus amigos y conocidos.
Poco después de su muerte, un viejo amigo del autor, el doctor J. G. Cogswell, estaba trabajando en la biblioteca cuando vio que un hombre dejaba un libro en un estante y desaparecía. Cogswell estaba seguro de que aquel hombre era Irving.
Se dice también que un sobrino de Irving, Pierre, vio el fantasma de su tío en la casa de este, en Tarrytown, Nueva York. Pierre y sus dos hijas dijeron que habían visto claramente el fantasma de Irving cruzar el salón y entrar en la habitación donde solía trabajar.
Sea como fuere, la cuestión es que el fantasma de Washington Irving ha pasado a formar parte de la leyenda, una leyenda similar a aquellas que dejó plasmadas en sus obras.
Fuentes consultadas: http://www.elbolardo.com
narradoresdelmisterio.net

En la parte del Oeste de Japón, se encuentra el castillo Himeji en frente de una enorme montaña. El castillo se construyó entre 1333 y 1346 por el terrateniente Himeji. Esta construcción es un sitio turístico nipón, aunque una atemorizante historia se le atribuye. La historia de Okiku, quien murió en las afueras del castillo.

Okiku, quien trabajaba en los calabozos del castillo, era una sirviente del samurái Tessa Aoyama, y Aoyama tenía un interés por la mujer. De hecho, llegó a enamorarse perdidamente de ella, diciéndole que dejaría a su esposa para estar con ella. Pero Okiku no estaba de acuerdo con esto, lo que la llevó a ser asesinada brutalmente por el samurái.

Una de las labores de Okiku era estar al pendiente de diez platos dorados que eran de Aoyama, y un día, el samurái decidió esconder uno de ellos. Le dijo a Okiku que no accedía a irse con él, la culparía de robarse el plato, lo cual la llevaría a ser torturada y ejecutada.

Okiku se quitó la vida lanzándose al pozo del castillo, creyendo que no habría forma de escapar.

En la víspera de la muerte de Okiku, se dice que se arrastró fuera del pozo y se le aparecía a Aoyama durante la noche. El samurái se volvió loco por los gritos del espíritu vengativo en la noche, ella se encontraba contando los platos del calabozo… volviéndose violenta al darse cuenta que el décimo plato estaba ausente.

Los dibujos de Okiku son bastante similares a los de Sadako/Samara, con un abundante cabello negro y un vestido blanco. Esto era un símbolo para las personas que habían muerto bajo circunstancias poco naturales en Japón: a este tipo de fantasmas se les llama Yurei, y significa “alma apagada o espíritu apagado”. Estas pobres mujeres están sepultadas con vestidos blancos y su cabello cubriéndoles la cara.

El pozo, conocido ya como “El pozo de Okiku”, se puede encontrar aún en el castillo himeji, pero ahora se encuentra cerrado por barras de metal. ¿Será por el temor a que Okiku vuelva a salir de su encierro?

Fuente consultada: https://vanguardia.com.mx

Los bomberos de Neuquén no encontraron evidencias que puedan explicar el origen de los incendios registrados en una vivienda de la capital provincial, la situada en la calle Gatica al 700, cuyos dueños los atribuían a un factor «sobrenatural» y afirmaban que la casa estaba «embrujada». El jefe de Bomberos local, Jorge Serrano, indicó que no tenían «causa determinada» para las deflagraciones que se produjeron durante más de una semana en la vivienda situada en el barrio Villa Florencia, de esa ciudad.

Las aclaraciones de Serrano llevaron algo de tranquilidad a la familia que habita la casa, que había sufrido burlas e incluso una agresión a pedradas, después de hacer público que extraños fenómenos tuvieron lugar en la finca.
Los incendios repentinos, que en algunos casos se originaban en el mismo momento en que los bomberos trabajaban en el lugar, fueron acompañados en una ocasión, por una imagen fantasmagórica, observada por uno de los familiares que habita en esa vivienda.

La familia de la casa no encuentra explicación al “infierno” que vivió durante seis días. Inclusive Omar, el yerno de los dueños, asegura que su mujer vio un espíritu durante la madrugada de los incendios .
“Desde el viernes que el espíritu se nos manifestó como fuego y anoche (por la madrugada de ayer) se nos presentó en imágenes”, explicó uno de los habitantes.
Con mucha paciencia María, la dueña de casa, mostró a los periodistas, que asombrados pasaban a hacerle una nota sobre la misteriosa aparición, que parece estar ensañada con quemar la vivienda.

Relató que el incendio comenzó un viernes por la tarde y desde entonces no cesó. “Los bomberos ya ni querían venir porque pensaban que nosotros quemábamos todo, pero cómo nosotros vamos a hacer eso”, se preguntaba la mujer.

El siniestro comenzó en una habitación, la más oculta de la casa, una vez que se extinguió pasó a afectar la habitación contigua, donde dormía el matrimonio. “Se nos quemó todo, apenas pude salvar algo de ropa, pero los muebles también están todos perdidos, no sólo por el fuego, sino también por el agua”, detalló la vecina.
Omar contó que la noche que comenzó el incendio advirtió que había tres nubes sobre el cielo. “Cuando vimos en el cielo que las tres nubes se juntaban, comenzaba el fuego en la casa, y así en cualquier parte de la casa”.

El relato es algo increíble. María contó que el fuego brotaba de cualquier parte, sin explicación, de manera sorpresiva. “Yo me desmayé dos veces, era por los nervios y por el humo que inundó mi casa, ahora no nos quedó nada”, detalló.

Saiman, uno de los vecinos, contó que ayudó a la familia a sacar las cosas y pasarles agua para que pudieran apagar el fuego. “Desde hace treinta años que vivo acá y nunca vi algo parecido, la verdad que es increíble y muy trágico, la familia se quedó sin nada”. Y agregó: “Para mí es el espíritu de una joven de 19 años que murió hace diez, a veces se escuchan ruidos”.

Las paredes de las habitaciones están totalmente tiznadas, algunas quedaron con figuras “raras”, como describió Omar. La vecina explicó que a la misteriosa propagación del fuego hay que descartar la posibilidad de un cortocircuito. “Desde el viernes, cuando se registró el primer incendio, hice cortar la luz y el gas, por si pasaba algo peor, y por suerte no nos pasó nada, ni a mí, ni a mi hija que vive al lado”, remarcó María.
Los bomberos fueron 17 veces para apagar el fuego, que parecía no extinguirse nunca. “Pasaban cosas increíbles, en un momento se quemó el lavarropas que tenía agua, es algo imposible que suceda, pero a nosotros nos pasó”, destacó Omar. De la misma manera, mencionó como un pantalón tipo jeans, que estaba mojado y recién colgado afuera de la casa, comenzó a incendiarse.

Parece ser que aunque lo ruidos continúan ya no ha vuelto a producirse incendio alguno, en esta embrujada o no casa de Neuquén.

Casi en la entrada del Cementerio Mount Carmel (Chicago), se halla una estatua impresionante, que representa a una mujer que sostiene un ramo de rosas entre sus brazos. Este monumento marca la tumba de Julia Buccola Peta, conocida como «la Novia italiana».
Julia murió en 1921 en Schaumburg, de complicaciones evidentes del parto y fue enterrada aquí con su hijo, no nato. Un poco después de su entierro, su madre, Philomena Buccola, comenzó a tener una serie de sueños insólitos en los cuales, su hija difunta, Julia, le pedía, le suplicaba, que se exhumara su tumba. Esto continuó durante un tiempo, hasta que la madre trató que el sacerdote local consiguiera un permiso. Finalmente después de seis años, se lo dieron.
En 1927, la tumba de Julia Buccola Peta fue abierta y levantada de la tierra. En ese momento los testigos pudieron ver que el cuerpo de Julia todavía se hallaba tan fresco y lozano como el día en que ella fue enterrada.
El cuerpo de Julia fue resellado en un ataúd y enterrado de nuevo. Un monumento imponente fue erigido mostrando a Julia en su traje de novia que sostiene un ramo de rosas.
Los estudiantes de una escuela cercana al cementerio, han atestiguado haber visto una muchacha que anda por el cementerio antes del anochecer. De hecho, los rumores de que Julia andaba por el cementerio comenzaron cuando varios testigos afirmaron que fue vista en un baile de dicha escuela, en la noche de Halloween de 1976.
Un grupo nutrido de gente que pasaba por Harrison Street pudo ver, cómo una muchacha andaba por entre las lápidas. Tras parar el coche, pronto vieron con pavor que, en medio de la lluvia torrencial de ese día, sus ropas estaban absolutamente secas. Su pelo y vestido estaban intactos a pesar del aguacero. Al ver eso, los testigos abandonaron el lugar muy asustados.
Entrevistados por miembros del Departamento de Policía de Hillside, los testigos agregaron más datos a su extraña experiencia: también vieron formas luminosas blancas que flotaban alrededor de la aparición. Asimismo, se supo que la aparición también fue vista por un oficial del propio Departamento de Policía.
El fantasma de Julia, también ha sido visto alrededor de la pequeña oficina de administración que se ha construido dentro de la entrada al Cementerio, por Harrison Street. Cientos de personas han declarado haber percibido cerca de su tumba un olor venido de la nada, a “rosas”, y sobre todo en los meses más fríos, cuándo todas flores frescas están muertas.
El diseñador floral Ruth Bukowski, residente de Chicago, afirmó que cuando él entró en el cementerio en noviembre de 1982, las flores que olió eran definitivamente las llamadas “rosas de té”.
Finalmente, en 1978 un testigo ocular relató haber visto aparecer luces brillando en la tumba de Julia. El Mount Carmelo contiene también muchas otras tumbas fascinantes, incluyendo las de Al Capone y Deanie O’Banion.

Dicen que el fantasma de Felicia Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto, personalidad que pasó a la historia argentina como Felicitas Guerrero, la mujer más bella de su tiempo, nacida en la época de Rosas,  aparece en muchos lugares de la Ciudad de Buenos Aires y en los campos de la zona del río Salado al Sur, en una de sus estancias. Durante muchos años, los 30 de enero, los pañuelos dejados por muchas damas en las rejas de la Iglesia en Barracas, al día siguiente se encontraban humedecidos por sus trágicas lágrimas fantasmales.

Felicitas Guerrero

 

Esta Iglesia fue donada por sus padres en su recuerdo. Fue diseñada por el arquitecto Ernesto Bunge; la familia Guerrero, la inauguró discretamente en 1876, cuatro años después de que su hija, la reciente viuda Felicitas fuera asesinada por un festejante despechado.

La joven había contraído matrimonio, obligada por su padre, a los 15 años con don Martín Alzaga, un hombre que le triplicaba en edad pues tenía 50 años y que la dejó viuda cuando tenía 22. Ese matrimonio por conveniencia interrumpió un amorío que ella estaba manteniendo con Enrique Ocampo, pero no apagó por completo la llama de esa pasión.

No fue feliz en su relación, su primer hijo murió de peste amarilla a los seis años y su segundo hijo feneció con días de nacido. Su anciano marido muere de tristeza poco tiempo después dejándola como riquísima heredera. Con 26 años se transformó en una joven viuda, atractiva y adinerada que podía fácilmente enamorar.
Los libros de la época la recuerdan como a una mujer extraordinariamente hermosa y dueña de una envidiable lista de pretendientes, a cual más aristocrático y acaudalado. Entre los candidatos que disputaban su mano estaba Enrique Ocampo, hijo de una tradicional familia porteña. Aquel hombre apenas se enteró de que la viuda había aceptado la oferta de matrimonio del estanciero Samuel Sáenz Valiente, -dueño de la estancia colindante- cayó preso de un desequilibrio mental.

Samuel Sáenz Valiente

Según la historia, la tarde del 29 de enero de 1872, Felicitas había ido de compras a la ciudad y a presenciar los festejos de la inauguración de un puente sobre el río Salado, que entonces bañaba las orillas de su estancia. Cuando regresó a su domicilio, Ocampo la aguardaba sentado en el living y, tras una acalorada discusión, el enamorado sacó un revólver y la hirió de muerte. Su primo, de apellido Demaría, también pretendiente, salió en su defensa, quitó el arma al homicida y lo mató de dos balazos en riña. La certificación de esto se perdió “en el tiempo”.

A la bella muerta se la ha visto por los campos de Lezama, en el barrio de Barracas, en la hermosa iglesia de Santa Felicitas, en el monumento mortuorio familiar en el Cementerio de Recoleta y-lo más raro- en los túneles del subterráneo de la línea A –en la estación, hoy no operable contigua a la Plaza Miserere-, donde –según el personal de vías y obras- la doliente parece esperar que éste llegue algún día a la calle Albariños y Rivadavia, a pasos de la Iglesia Corpus Dómine.

Su intención parecería hacerla querer llegar a esta última Iglesia, donada por su familia y que necesita aun mucha ayuda para lo que es uno de los edificios más importantes en la historia del barrio. Además supongo que desea que todo el mundo conozca su gran sufrimiento y le den el consuelo de encontrar en el otro mundo la felicidad, perdida desde los 15 años.

Campanas que suenan, llantos que rechinan y alguna sombra de un vestido que fuera blanco que se escurre entre asientos que cubren el ala central de una capilla con la convicción de que nadie va a ingresar por allí. Tal vez, si todo se consuma y logra encontrar este último altar para arrodillarse frente a él, logre ese consuelo y la parte de su espíritu que aún no emprende el postrer viaje, termine su triste vagabundeo.

Fuente consultada:

http://pulperiaquilapan.com

http://www.oscuridadoculta.blogspot.com.es

Fotografías: http://www.taringa.net

La niña Antonia Tamayo Beteta se perdió mientras jugaba al escondite con su hermana en los montes cercanos a Arroyo Sujayar (Albacete), eran las cuatro de la tarde un 29 de diciembre del 79, la niña de cuatro años de edad, fue buscada infructuosamente durante tres días y tres noches por toda la sierra albaceteña que en aquella época del año registraba temperaturas por debajo de los cero grados centígrados.
Efectivos de la guardia civil y cientos de vecinos de pedanías y del cercano pueblo de Yeste forman parte del operativo de búsqueda. Cuando todo el mundo ya había asumido que habría muerto de congelación ya en la primera noche que pasó sola en medio del gélido monte, ocurrió lo imposible, en la tarde del día 1 de Enero de 1980, a las 14.30 h. un par de hombres bajaron hasta el bosque cercano para buscar leña cuando escucharon unos lloros que provenían de un poco más allá. La niña Antoñita Tamayo apareció con perfecto estado de salud.
Fue hospitalizada inmediatamente en la residencia sanitaria de Albacete, allí fue sometida a diversos análisis que confirmaron su buen estado de salud, según los doctores que la atendieron aquello era un verdadero milagro, una niña de 4 años había pasado 3 noches enteras con sus respectivos días en medio de un monte absolutamente congelado sin nada que comer o beber y estaba en perfecto estado, la declaración de la niña iba a ser más impresionante aun, hablaba de una mujer que iba totalmente de blanco, un blanco casi luminoso, que la cuido durante todo el tiempo, le dio de beber, de comer, le dio calor y se quedaba con ella para que no tuviera miedo.
Caso de El Picazo (Cuenca)
Otro caso de parecidas características el de la niña Trinidad Collado Pastor. El 31 de Diciembre de 1943, la niña Trinidad Collado Pastor salía por la tarde, anocheciendo, de su casa del manchego y blanco pueblo conquense de El Picazo para comprar pan para la cena de Nochevieja. Un fogonazo de luz la deslumbró y de repente apareció en un campo alejado unos tres kilómetros de la panadería y de su casa. Asustada, vio cerca de sí unas casillas de hortelanos y se metió dentro y decidió pasar la noche sin atreverse a salir.
Durante su estancia en la casilla no tuvo ningún frío y vio a una mujer alta como con un vestido azul que la protegía. Al día siguiente, 1 de Enero de 1944, una voz misteriosa la dijo: «Salte al sol», y saliendo la niña de la casa, vio a un campesino llamado Ángel Preño, al que pidió ayuda; y éste la recogió en seguida llevándola al pueblo, donde todo el mundo se arremolinó en torno a Trinidad, la cual fue llevada a la Iglesia y allí la preguntaron si alguna de las imágenes que allí estaban correspondía a la señora que había visto por la noche.
La niña finalmente señaló a la Virgen del Rosario, pero sin estar del todo convencida. La niña simplemente notó dentro de la casa una presencia protectora, tuvo la ropa seca y no notó frío pese a la nevada que había caído. Éste caso fue contado en 1997 en persona por la propia Trinidad Collado para el libro «La España Extraña».
El caso de Orihuela.
Sucedió el 18 de Enero de 1896 cuando la niña Encarnación Hernández se perdió y fue encontrada al dia siguiente en un lugar conocido como «El Barranco del Búho», Al ser hallada dijo no haber sufrido frios ni heladas, pues una señora la había cubierto con su delantal por la noche. Al ser llevada a la iglesia reconoció en éste caso a la Virgen del Carmen como su protectora. Siendo mayor la niña incluso compró una nueva imagen de la Virgen del Carmen para la iglesia de Rojales.
Este caso fue narrado en persona por la hija de Encarnación, Engracia, a los periodistas Javier Sierra y Jesús Callejo en 1997 y se encuentra recogido en el libro titulado «La España Extraña».
Caso de Rojales (Alicante)
Una de las versiones habla de un caso sucedido el 24 de Junio de 1917 en que una niña llamada Teresa Juan fue intentada asesinar por un psicópata que la arrojó a un pozo y la lanzó piedras. Éste caso parece el más verídico, pues en él se menciona a Guardia Civil, Jueces, sentencias, médicos y otros personajes en una época no muy lejana para lo que suelen ser las leyendas.
La historia dice que al ser recuperada la niña del pozo, contó que cuando su asesino la lanzaba piedras, una mujer la protegió tapándola con un delantal y las piedras rebotaban, salvándose de ésta manera. Considerándose milagrosa la salvación de la niña, ésta fue llevada a la iglesia, donde vio a la Virgen del Rosario y dijo «Ésa fue la señora que me salvó».
Fuente consultada: http://losarchivosdelbardo.blogspot.com.es/

La niña del Cortijo Miraflores habita actualmente, según cuentan, en el antiguo molino de aceite, paseándose con toda tranquilidad por todas las dependencias […]. Ella juega tranquilamente o le pide a alguien que le ayude a buscar a sus padres. Con la inocencia de una niña muerta… (Tribuna Express).

el cortijo fue construido en 1706 por don Tomás Francisco Domínguez y Godoy sobre la antigua casa de labor de su abuelo, en un paraje denominado Prado de San Francisco. Medio siglo después diseñó un jardín
frontal que duplicaba el espacio interior y en 1850 el entonces intendente general de Filipinas llevó un puñado de plantas exóticas que perduran allí hasta hoy. El palacete, de dos plantas y grandes salones, fue ocupado por una familia y después pasó a ser utilizado como molino de aceite hasta bien entrado el siglo XIX. Adía de hoy este antiguo palacete el ayuntamiento lo ha reformado para dar cabida a exposiciones, ponencias y otros actos de carácter cultural.
Según contaba el antiguo director del centro, Germán Borrachero, una noche, cuando había cerrado ya el cortijo y estaba apagando todas las luces para marcharse, mientras se encontraba en la sala II vio pasar a una niña de unos nueve años, con un vestido blanco de manga corta y con la falda como plisada. Pensó que podría ser una niña que se hubiera quedado encerrada por un despiste después de que los conserjes cerraran el
centro, o incluso que se hubiera colado haciendo algún tipo de travesura. El caso es que llegó a perseguirla por esos pasillos ya en penumbra, y al girar una esquina, la niña desapareció. Él dice que en un principio se calló. No quiso contar nada a nadie. Pero a los pocos meses le sorprendió escuchar a los conserjes del edificio contando que una noche habían visto a una niña vestida de blanco corriendo hacia una de las salas y desapareciendo allí mismo, ante sus ojos. El propio Germán y luego otros tantos compañeros hablaron de que algunos días al abrir por la mañana se encontraban los libros de la biblioteca desperdigados por el suelo, como si hubieran volado literalmente por la habitación. Lo mismo ocurría con algunos expedientes del Archivo Histórico, que aparecían desplazados de su estante, pero no como si hubieran caído en vertical, sino como si también los hubieran lanzado a una gran distancia. Dentro del edificio hay una sala muy amplia donde se expone un antiguo molino y otros elementos que pertenecieron al cortijo en época de su construcción. Hay unos cables de acero que quedan a la altura de la cintura y que sirven como perímetro de seguridad para proteger los objetos en exposición; igual que los cordones en los museos…
Pues bien, en varias ocasiones esos cables de acero han aparecido rotos, como si hubieran sido cortados por la mitad. Gloria, una profesora de música, se quedó en uno de los despachos de la primera planta junto a dos amigas. En ese tiempo de espera, una de las veces en
que regresaba del servicio, escuchó un extraño silbido a sus espaldas, seguido de la sensación de que algo corría detrás de ella. Llegó a notar cómo se le movía el pelo y, segundos después, que una mano de pequeñas dimensiones le tocaba el hombro. Se giró rápidamente, pensando que su compañera estaba gastándole una broma. Pero allí no había nadie.
El mismo ayuntamiento mandó llamar a una médium y a un sacerdote, la médium dijo no sólo había una niña sino una familia entera, que había una mujer, un hombre, una niña y un niño, y que le pedían insistentemente agua. Decía que el niño estaba en la planta de arriba, donde jugaba habitualmente. Parece que la madre iba vestida completamente de negro, como si fuera de luto, y decía que la niña se mantenía muy inquieta y que siempre estaba correteando de un lado para otro.
Otro de los testigos y empleado del ayuntamiento, mientras le enseñaba el cortijo a un invitado a una ponencia, se empezó a sentir durante la visita, tanto que tuvo que apoyarse en una pared mientras totalmente pálido y con voz entrecortada repetía sin cesar algo sobre una niña, este empleado del ayuntamiento que le atendía, se volvió para pedir ayuda y fue entonces cuando al darse la vuelta, vio a una niña de unos siete u ocho años, con un vestidito blanco y unos calcetines de
crochet. El detalle inicial que más le extrañó fue el peinado, con unos tirabuzones que parecían más bien propios de otra época y una ausencia total de rostro… En ese momento Antonio intentó solicitar la ayuda de la niña para que llamara a algún adulto que pudiera atender al técnico de rostro descompuesto y que seguía repitiendo sin cesar: «La niña, la niña». Al observar que la pequeña parecía ajena a aquel espectáculo, Antonio trató de insistir golpeándole el hombro. Pero la mano atravesó a aquella figura infantil, y su silueta se empezó a mover como cuando tocas una cortina de humo… Y desapareció. Simplemente se evaporó.
Un viejo recorte de 1903 hablaba del incendio del cortijo, sin dar detalles sobre la suerte de sus habitantes… ¿Por eso pedían insistentemente agua los fantasmas del mismo?
Fuente: Están aquí. Son los otros. Javier Pérez Campos. Editorial Planeta 2016.
Imagen de marianaalvarezracero.blogspot.com/2007/

La iglesia de San Martiño, presidida por dos torreones, es sin duda el símbolo de Noia, una villa cargada de historia. El pasado y el presente de este templo están envueltos en un aura de misterio. Aunque no está nada claro quién ni por qué gestó la leyenda, esta perdura hasta la actualidad, alimentada por el hecho de que una de las almenas del edificio sigue sin concluirse casi seiscientos años después de que se dieran por finalizadas las obras de construcción del recinto religioso. Hay una leyenda local que dice que el que intente terminar esa segunda torre tendrá un final trágico. Se cuenta que eso le ocurrió al maestro cantero que la construía en su tiempo y que murió al caer desde ella y algo parecido le pasó desgraciadamente a Claudio Guerín.  Hay quien no duda en hablar de la torre maldita, sobre todo después del trágico suceso que tuvo lugar en 1973.

Aquel año, Noia se visitó de gala para recibir a Claudio Guerín, considerado entonces como una de las jóvenes promesas del cine español, y a su equipo, del que formaba parte un actor de renombre, el francés Renaud Verley. El motivo de la visita no era otro que el de rodar una película: La campana del infierno . El bullicio se apoderó durante unos días de la villa y nada hacía presagiar que el título del filme y una de sus escenas principales, la caída del protagonista desde una de las torres de San Martiño, iban a cobrar realidad.

Pero fue así, el 16 de febrero, Guerín se precipitó al vacío desde una estructura que se había instalado para unir las dos almenas de la iglesia, la que remata en un campanario y la inacabada, que con motivo del rodaje se había reconstruido con cartón piedra. El director de cine halló la muerte en las piedras de la plaza de O Tapal cuando solo faltaba una secuencia para concluir el rodaje de la película, tarea que después asumió Juan Antonio Bardem.

El trágico final de Claudio Guerín no hizo más que alimentar una leyenda que, desde hacía mucho tiempo, se cernía sobre la torre inacabada de San Martiño. Aunque nadie sabe los motivos, muchos coinciden en asegurar que la mala fama de la almena viene de lejos. El párroco José Luis Fuentes llegó a la iglesia noiesa en 1996 y pronto fue conocedor de la misteriosa historia.
Fue precisamente a este hecho al que muchos atribuyeron la muerte de Claudio Guerín, por su empeño en reconstruir la torre para el rodaje de su película, aunque solo fuera usando cartón piedra.

La película estaba prácticamente terminada. Solo faltaba rodar una escena. Guerín, al parecer, quería emplazar allí la cámara para rodar una toma bastante compleja. Había un pequeño pasadizo con unos quitamiedos. Guerín quiso saltar a un ancho voladizo de la iglesia y al hacerlo, como llevaba chanclas, dio un traspiés y no pudo guardar el equilibrio, desplomándose desde una altura de veinte metros. Lo recordaba así hace unos años el guionista del film Santiago Moncada en el programa “Cuarto milenio” de la SER: “Es una imagen que nunca se me borrará de la cabeza. Verle caer y retorcerse en el aire para tratar de evitar una verja con pinchos que había al pie de la torre. Mientras caía él sabía que aquella verja estaba allí y esa forma de retorcerse nunca la olvidaré. Logró evitar los hierros pero se estrelló contra el suelo. Fue una imagen espantosa.”

Lo que está claro es que, como en otras muchas cuestiones relacionadas con fenómenos sobrenaturales, la ciudadanía noiesa está dividida. Hay quien se cree a pies juntillas la leyenda de la torre maldita, y que incluso atribuye a esta la muerte de Guerin y el hecho de que nadie haya restaurado la almena, y hay quien opina que se trata de un mito sin más.

Pero, si esa segunda teoría fuese la correcta, cabría hacerse una pregunta, ¿por qué entonces uno de los campanarios se encuentra inacabado cuando, solo con mirar el templo, uno se da cuenta de que le objetivo inicial era construir dos torres gemelas?

Ni siquiera los historiadores locales saben cuáles fueron los motivos reales que propiciaron que el símbolo de Noia sea un templo con dos almenas, una de ellas inacabada. Xerardo Agrafoxo, que incluso dedicó parte de un libro al trágico fallecimiento de Claudio Guerín, explicó que no hay datos documentales que expliquen este hecho.

Lo que sí se sabe es que esta falta de información ha ido alimentando una leyenda que, por lo menos de momento, no tiene visos de ser desmentida. Descubrir la verdad sobre la torre inacabada de San Martiño contribuiría a poner fin al mito. Mientras, el misterio seguirá envolviendo a este edificio, símbolo para los residentes en Noia y fuente de preguntas sin respuesta para los visitantes.

Fuentes: https://www.lavozdegalicia.es

 

Hace más de 40 años se inauguraba en pleno desierto un moderno hospital, que llegó a ser uno de los mejores de Sudamérica.

Corría el año 1960 en Chile, y en el lugar desértico donde se encuentra la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo, un hospital abría sus puertas. Ese 21 de agosto de aquel año, el hospital Roy H. Glover, entró en funcionamiento en Chuquicamata; un moderno recinto para la época, que reemplazó al antiguo construido de madera tipo colonial americana, que había quedado obsoleto a su reducido espacio físico y su poca capacidad para atender a las personas y las distintas especialidades médicas.

El nombre del nuevo hospital, era un en homenaje al  vicepresidente de la compañía minera “The Anaconda Company” (la empresa propietaria del mineral a través de “Chile Exploration Company”). El nuevo recinto médico contaba con 300 habitaciones, distribuidas en cinco pisos de altura y dos subterráneos (los conocidos pisos G y B), teniendo una especialidad básica por piso, más un pensionado.

Junto a ellos, un Pabellón de Operaciones, Salas de Parto, Laboratorio, Rayos X y Scanner (el primero que hubo en el país) entre otras tantas dependencias, que rápidamente lo convirtieron en el mejor y más moderno centro hospitalario de Chile, superando incluso a los hospitales de Santiago.

El nuevo hospital de Chuquicamata funcionó durante 41 años, llegando a ser considerado como el mejor hospital de todo Sudamérica. Sin embargo, CODELCO decretó su cierre definitivo y su entierro bajo ripio. El recinto quedó convertido en un gigantesco y fantasmagórico elefante blanco a medio sepultar en la mitad del desierto.

Desde entonces que el lugar ha sido escenario de numerosos avistamientos de fantasmas y espectros, tanto por parte del propio personal que trabajaba en el antiguo hospital, como también de los trabajadores de la empresa a cargo de su demolición.

El fantasma más celebre del Hospital Roy H. Glover de Chuquicamata es, sin duda, el “pequeño Sebastián”; un niño que sufría de una enfermedad respiratoria terminal que supuestamente fue abandonado por su madre en este recinto, porque no tenía los recursos económicos para atenderlo en su casa. Así, el hospital se hizo cargo del niño, quien falleció prematuramente antes de cumplir los seis años.

Se dice que el pequeño, gracias a su alegre carácter, se había ganado el cariño de todos los funcionarios del establecimiento hospitalario, por lo que su inesperado deceso fue un golpe duro para todos.

Luego de la muerte de Sebastián, el personal del hospital afirmaba que durante la noche podía ver al fantasma del niño caminando por los largos y oscuros pasillos, sin mencionar que a veces se oían inexplicablemente pasos y risas de niño, como si el pequeño aún jugara en los corredores.

Pero no solo el personal del hospital sentía su presencia; también se contaba que los camiones de extracción que pasaban cerca del hospital, evitaban mirar a las ventanas del recinto, porque según ellos el “pequeño Sebastián” se aparecía y los saludaba.

Cuando comenzó el proceso de demolición, algunos trabajadores de la empresa a cargo de la labor relataron a la prensa local que una vez, durante una noche, tomaron la decisión de volver al hospital porque vieron una luz encendida en un piso superior, ya que temían haber dejado a alguna persona encerrada después de los trabajos.

“Cuando ingresamos al centro asistencial y nos paramos justo frente a la puerta del ascensor, vimos cómo éste comenzó a bajar, lentamente, prendiendo uno por uno los números de los cinco pisos. “Ah claro, se quedó un trabajador”, pensamos,  y ahí nos quedamos esperando el ascensor, el cual llegó, sí, por supuesto, pero cuando se abrieron las puertas nos dimos cuenta que estaba vacío, pues no había ni una sola persona en su interior. La puerta del ascensor se abrió sola delante de nuestros ojos, como invitándonos a entrar. No gracias, dijimos, y nos fuimos, algunos de nosotros muertos de miedo”.

Reporteros del periódico “La Estrella del Loa”, interesados por comprobar la verosimilitud de la historia del niño fantasma del hospital de Chuquicamata, llegaron al lugar y lo inspeccionaron de cabo a rabo.

Lo terrorífico es que cuando sacaron una fotografía al frontis del hospital, comprobaron con espanto que el rostro de un niño aparecía claramente en la ventana del cuarto piso del hospital. “Ese niño es travieso como él solo, a veces saluda desde las ventanas a los choferes de los camiones de extracción, algunos de los cuales, por lo que sé, tratan de no mirar hacia ese sector. También, cuando funcionaban, le gustaba jugar con los ascensores, los cuales subían y bajaban, y abrían y cerraban sus puertas sin que nadie los hubiera activado”, relató otro testigo.

Otro espectro famoso del hospital Roy H. Glover es la llamada “enfermera fantasma”, que correspondía al espectro de una enfermera que falleció después de trabajar durante décadas en este lugar. Después de su muerte, se aseguraba que la funcionaria seguía realizando sus labores de enfermera en calidad de espectro, manifestándose muy seguido frente al personal médico del hospital e incluso frente a los pacientes hospitalizados. Algunos testigos aseguran incluso que después de la construcción del “Hospital Del Cobre del Dr. Salvador Allende” en Calama (Hospital que reemplazó al Hospital Roy H. Glover) esta enfermera continuó apareciéndose durante algún tiempo en el nuevo establecimiento.

El investigador de fenómenos paranormales loíno Manuel Cubillos, entrevistado por el diario “La estrella de Antofagasta”, afirmó que las fotografías de espíritus que deambulaban por el ex hospital de Chuquicamata Roy H. Glover correspondían a almas que habían quedado atrapadas en el “limbo”.

“No hay que olvidar que los hospitales en general son siempre la antesala de la muerte. Un paciente entra y nunca sabe si va a salir vivo o muerto y ya se va creando un ambiente de incertidumbre. Ahora, cuando esto ocurre en los hospitales, generalmente hay personas que fallecen en forma trágica; cuando la persona deja de existir violentamente contra su voluntad queda siempre en el lugar y va a deambular por mucho tiempo. Aunque en el caso particular del hospital Roy H. Glover, el edificio esté actualmente sepultado por miles de toneladas de material, las almas continuarán ahí y se dejarán ver en un momento porque están arraigados sentimentalmente con el lugar, y por eso permanecen allí “.

La monolítica estructura del viejo hospital Roy H. Glover todavía se yergue, como un animal prehistórico sepultado, en la parte alta de Chuquicamata. Y los que se atreven a sortear la seguridad del desértico lugar y adentrarse en sus añosas ruinas de concreto y oscuros laberintos, aseguran que allí todavía pueden constatarse una serie de hechos aterradores e inexplicables.

Fuente: https://www.guioteca.com